sábado, 17 de abril de 2010

EDITORIAL Nº65

¡Basta ya!

Echando a un lado la desvergüenza internacional, apartando la sinrazón de algunas palabras y minusvalorando las opiniones de ciertos –por decir algo- individuos, el caso de Garzón es hoy por hoy un caso de vergüenza, de vergüenza nacional.

Mientras en España la tensión crece, en el resto del mundo se preguntan cómo un juez -el mayor exponente defensor de la libertad democrática- puede ser juzgado por tratar de esclarecer los crímenes de una dictadura. Quienes hayan sentado en el banquillo a Baltasar Garzón es algo secundario, algo simplemente puntual y a lo que no se debería dar mayor importancia. Tanto derecho tiene Falange para denunciar a un juez como cualquier otra organización legal (no olvidemos que Falange a día de hoy lo es) y, por tanto, eso no es lo que nos debería sorprender; tampoco es sorprendente que las acusaciones hayan sido admitidas pues, dicho sea de paso, la justicia española es, con amplio margen una de las mejores del mundo, título que se ha ganado durante décadas luchando tanto a favor como en contra de lo que los criterios de la sociedad dictaban. Esa, la independencia de la justicia parece ser el tema de fondo tanto en este como en otros casos –véase Gürtel-. La justicia de nuestro país no será rápida, ni bien valorada, pero lo que sí es, es definitiva. Lo que dicte el juez habrá de ser una resolución cabal, objetiva y sobre todo justa.

La justicia española, el último poder que aún no ha caído en manos de esa corriente “americanizadora” que todo lo arrasa, debe seguir como está. No se puede dejar que el poder judicial se convierta, al igual que lo ha hecho la política, en un show.
Sin embargo, es un derecho, también democrático el manifestarse en contra de este tipo de acusaciones. Cabe señalar, de nuevo, que es un derecho democrático, y no contra la democracia, como algunos dicen; ahora bien, que un ex-alto cargo del poder judicial tilde a los jueces, a sus compañeros de franquistas, es algo insólito. Una vez más se cae en las palabras vacías, palabras que se dicen, se emiten como si de un robot se tratase y posteriormente se espera a que se olviden.

Es desgarrador ver cómo la prensa, la sociedad y la política se fragmentan en dos bandos, como si realmente así debiera ser. Lo cierto es que mirando la historia se demuestra su ineficacia: el tratar de confrontar a la sociedad, el tratar de obligar al individuo a decidirse por el sí o el no, por el blanco o el negro no es sino ahondar en las heridas, y lo que es peor, abrir otras nuevas.

Hay que decir ¡basta ya! a los titulares que evocan otros tiempos. Hay que decir ¡basta ya! a los políticos que tratan de negarlos. Hay que decir ¡basta ya! a las palabras sucias, malolientes que unos y otros repiten y que nos trasladan al 36.
España no se puede permitir esta fragmentación, este flash-back inútil y estúpido que de seguir así podría traer consecuencias trágicas. Si el poder judicial está en apuros, es el ejecutivo y el legislativo quienes tienen que salir en su defensa.

Garzón no cometió ningún crimen tratando de esclarecer los asesinatos del franquismo. El crimen es utilizar a Garzón en contra de la justicia.



LE PUIG

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